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Estamos parados en un embarcadero inundado cuando se nos acerca inesperadamente un australiano mayor. Entablamos conversación porque el próximo ferry tarda en llegar. Su destino de hoy: Chinatown. Un lugar donde se ofrecen infinidad de productos, innumerables warungs preparan deliciosos platos y los turistas regatean el precio. El caballero no necesita decirnos nada más, ¡porque nuestra próxima parada ya está decidida!
La forma más fácil y cómoda de llegar a uno de los barrios chinos más grandes del mundo es, sin duda, por mar. Los transbordadores recorren regularmente el Chao Phraya. Lo mejor es elegir la línea naranja. Se puede comprar un billete en el barco por 16 baht (~ 40 céntimos) y luego disfrutar de la travesía de 15 minutos pasando por Wat Arun y el Palacio Real. Sin embargo, conviene que tenga sus pertenencias recogidas para cuando llegue a la parada de Rachawongse, ya que éste es el punto de partida de un corto paseo.
Al poco tiempo, los primeros puestos se alinean en la calle y los vendedores prueban suerte con los turistas. Aquí sí que se puede conseguir todo lo que el corazón desee, sobre todo comida de primera calidad por poco dinero. La historia de esta calle comercial se remonta a 1782, cuando el entonces rey refundó el reino tras la caída de Ayutthaya. Aceptó la ayuda de comerciantes extranjeros, que a cambio recibieron unos terrenos en el emplazamiento del actual palacio real. Sin embargo, cuando se construyó el Gran Palacio, estas mismas personas tuvieron que reubicarse de nuevo, por lo que el actual barrio chino se encuentra en el distrito de Sampheng.
Definitivamente no debería perderse un pequeño desvío a Wat Traimit, ya que este templo alberga algo especial. En el interior del edificio de mármol se encuentra la mayor estatua de Buda hecha de oro puro. Después de esta apasionante visión de la ciudad, es hora de que levantemos nuestras tiendas en Bangkok. Nos dirigimos al norte del país. Sukhothai es nuestro próximo destino y debería sorprendernos con creces.