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Ciudad de Panamá es un nombre familiar para la mayoría de la gente, o al menos lo es el Canal de Panamá, construido por el hombre. Se trata de una vía navegable de 82 kilómetros de longitud que conecta el océano Atlántico con el Pacífico. Inaugurado en 1914, el canal es una de las vías navegables más importantes del mundo y por él pasan unos 13.700 barcos al año. Y así, nuestro camino nos llevó en un convoy de coches desde El Valle de Antón por el Puente de las Américas hasta el corazón de la megametrópolis Ciudad de Panamá.
Nos empujaron por las calles en una avalancha de metal hasta que la hora punta nos escupió en nuestro albergue del barrio de Perejil. El viaje no fue nada divertido a veces, ya que atravesamos la metrópolis en medio del tráfico de la hora punta con otros miles de viajeros y taxis. Elegimos Ciudad de Panamá por tres razones: la devolución de nuestro coche de alquiler, un viaje a las islas de San Blas y, por último, pero no por ello menos importante, el vuelo de vuelta a Alemania.
Decidimos devolver primero nuestro coche para poder relajarnos el resto del día. El único punto de entrega era el aeropuerto internacional de Ciudad de Panamá. Tras un angustioso viaje de 45 minutos, llegamos y pudimos dejar el coche sin problemas. El personal ni siquiera comprobó si el coche había sufrido daños. Tras investigar un poco sobre coches de alquiler en Internet, habíamos leído numerosas historias de terror en las que se acusaba a los viajeros de haber causado los daños que ya tenía el coche. Afortunadamente, no fue así cuando devolvimos el coche en Ciudad de Panamá y Costa Rica. Después, tuvimos que coger un taxi para volver a nuestro albergue. En realidad, queríamos coger el autobús, pero fue muy difícil encontrar el adecuado, así que decidimos coger un taxi privado para no ponernos nerviosos.
Desde nuestro alojamiento, partimos a pie hacia el casco antiguo de San Felipe, también llamado Casco Viejo. El camino nos llevó a lo largo del paseo marítimo, con una vista impresionante del perfil de la metrópoli. Merece la pena visitar el casco antiguo. Los edificios históricos y las estrechas callejuelas crean una atmósfera muy especial, que recuerda en cierto modo a la serie de películas Piratas del Caribe. Y si el calor del sol aprieta demasiado mientras se pasea por las calles, puede darse el capricho de refrescarse en la heladería de la esquina y sentarse en un banco a la sombra de las enormes palmeras.
Ciudad de Panamá es una ciudad muy animada que merece la pena visitar. Sin embargo, si nunca ha estado en una gran ciudad en el extranjero, el ajetreo y el bullicio pueden abrumarle al principio. Tras nuestra breve estancia en Ciudad de Panamá, nos trasladamos al Caribe, ¡las islas de San Blas ya nos esperaban!