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Tras un emocionante paseo en tuktuk por el centro histórico de Bangkok, llegamos mojados pero entretenidos al Golden Mount, también conocido como Wat Saket. Está situado en la parte oriental del centro histórico. ¿Y si se pregunta por qué mojado? Sencillamente, estábamos en Bangkok para el Songkran, las celebraciones del Año Nuevo. Aquí es tradición empaparse de agua para una limpieza simbólica. En las calles de Bangkok, sin embargo, esta ablución ritual se asemeja a auténticas peleas de agua, donde todo el mundo desfila por las calles con pistolas de agua o camionetas con bidones de agua y 10 niños a la espalda no dan ninguna oportunidad a los peatones. Los exuberantes festejos son muy divertidos y los lugareños no se privan de rociar con agua a los turistas.
En la entrada, que abre de 07:30 a 19:00, sacamos dos entradas por 50 baht (~ 1,50 euros) cada una. Hay que subir 318 escalones para llegar a la cima. Pero fue la mitad de malo, los escalones conducen llanamente alrededor de la montaña y pudimos ver la ciudad desde distintos ángulos. Además, el camino está decorado con campanas, plantas exóticas y estatuas místicas y, aunque algunos tramos son un poco kitsch, uno se siente como en una pequeña selva en medio de la ciudad.
En la cima, 79 metros por encima de la ciudad, disfrutamos de una maravillosa vista de los templos circundantes, los rascacielos lejanos y las chabolas de chapa ondulada de los bloques de apartamentos de los alrededores. También hay un chedi dorado en la cima de la montaña artificial, que alberga reliquias de Buda. Su historia se remonta a la época en que Ayutthaya aún era la capital del reino siamés. El templo estaba situado fuera de las murallas de la ciudad. En el siglo XVIII, el lugar se utilizó como crematorio y, más tarde, como vertedero de unas 60.000 víctimas de la peste, por lo que se evitó durante mucho tiempo. No fue hasta la llegada al poder del rey Chulalongkorn cuando el Monte Dorado se liberó de su reputación y se transformó en este oasis verde rodeado de casas grises.
Disfrutamos del panorama, del horizonte, de las últimas vistas de la ciudad que nos había encantado y nos dirigimos lentamente hacia una nueva región. Las ruinas de Ayutthaya, la antigua capital de Tailandia, ¡ya nos esperaban!